El contraste de una imagen mide la diferencia máxima entre el punto más oscuro y el más claro. Por tanto es una relación. Lo mejor es verlo con ejemplos: una relación de contraste 1.000:1 nos dice que el punto más claro será 1.000 veces más claro que el punto más oscuro.
Así que a mayor contraste de un proyector, mayor calidad del visionado. La pureza de los blancos y los negros será mayor, más apreciable. Y los colores serán más nítidos. Junto al brillo y la resolución, son los 3 parámetros que más encarecen o abaratan los proyectores.
Donde adquiere una mayor relevancia es sobre todo en el uso doméstico, donde siempre queremos disfrutar de una experiencia lo más cinematográfica posible. Por eso, para el uso doméstico, cuanto mayor sea el contraste, siempre mejor. Sin límites. Bueno, con los que nos imponga el bolsillo.
Sin embargo, para el uso profesional donde se proyectarán principalmente presentaciones, igual no compensa demasiado la inversión de subir en exceso el contraste. Y sí interesa más apostar por un mejor brillo. Así se contrarresta la luz ambiente y se asegura un correcto visionado para toda la audiencia.